Fazenda de la esperanza: una puerta para dejar las adicciones

03.10.2017 21:33

La Fazenda de la Esperanza un grupo de jóvenes en recuperación brindaron charlas sobre sus testimonios y experiencias de vida después de lograr salir de las adicciones, estuvieron en distintas instituciones escolares y en el teatro municipal.

Conozcamos como funciona esta grupo:

 

La Fazenda

 
Fazenda de la Esperanza, es un proyecto franciscano, un centro de recuperación para adictos a las drogas o a otras adicciones como el alcohol, pastillas o el juego. Sin uso de medicamentos y a partir de la convivencia fraterna, el trabajo y una profunda espiritualidad centrada en el Evangelio, hacen de ellos hombres nuevos, capaces de insertarse en la sociedad y aceptar los desafíos que ésta les propone.

Fazenda La Esperanza fue fundada hace 30 años en Brasil por Nelson Rosendo Giovanelli, integrante de un grupo de la Iglesia que estaba a cargo del Padre Frei Hans Stapel en Guarantinguetá.El joven se esforzó al máximo por ayudar, de forma concreta, a los jóvenes drogadictos de la zona donde vivía. Estableció contacto con ellos, y con gestos de caridad y amor desinteresado se fue ganando su confianza, hasta que un día el grupo decidió establecerse como comunidad. Pablo Maldonado, adicto recuperado y uno de los coordinadores en la Fazenda de la esperanza de Vatteonne, Partido de Adolfo Alsina, contó a «Semanario Reflejos» que Nelson todos los días se acercaba al grupo de adictos que se reunían en una esquina de su barrio, en una oportunidad, con motivo del cumpleaños de uno de ellos, les llevó una torta para celebrarlo. «El un día se va a una adoración eucarística y pide de llevar a uno de esos jóvenes, así aparece el primer recuperado a través del conocimiento de Dios; luego se logró conseguir una casa alquilada donde asistieron más jóvenes, luego decidieron poner los pilares de la fazenda que son el trabajo, la convivencia y la espiritualidad»

Dicho grupo, acompañado de Frei Hans, no sólo se propuso trasladar, día a día, a la práctica el Evangelio del amor cristiano, sino también vivir de su propio trabajo. Estos aspectos siguen siendo, hasta el día de hoy, la fórmula del éxito de estos centros. La convivencia es construir un hombre nuevo todos los días desde el momento que se ingresa a la Fazenda para tratar de dejar atrás ese hombre viejo afuera. La convivencia a veces se hace un poco difícil porque todos venimos con una historia de vida diferente, cuesta querer ser un ser nuevo»; reconoce Pablo. La Fazenda de la Esperanza « Nuestra Señora de Shoenstatt» de Vatteonne surge a través de las gestiones de Monseñor Guillermo Garlatti quien conoció la fazenda original de Gauratinguetá, San Pablo, Brasil, cuando fue visitada por el Papa Benedicto XVI en mayo de 2007.

Existen hoy fazendas de la esperanza en más de 54 países del mundo como Alemania, Rusia, Filipinas, Uruguay, Paraguay, entre otros, 56 hay en Brasil y  6 en Argentina, la primera de ellas en Dean Funes, Provincia de Córdoba, en Villa Quilino (centro femenino); Tucumán, La Rioja, Florencio Varela y la de Vatteone-Partido de Adolfo Alsina que fue inaugurada el 26 de noviembre y comenzó a funcionar el 6 de enero de 2013.El hermano Luis, de la Congregación Misionera de la Misericordia de Dios es el responsable de la fazenda ubicada en nuestra zona, en las hectáreas de campo que fueran donadas por la familia Alzaga Ounzué con la cláusula de que fuera utilizado en servicio para la comunidad.La fazenda visitada por «Semanario Reflejos» cuenta con siete internos, con capacidad para recibir a más personas con necesidades de recuperarse de distintas adicciones.
El método
Al referirse al sistema que aplican en Fazenda de la esperanza para la recuperación de las adicciones, se  explicó que no hay psicólogo ni pastillas: «dar pastillas es cambiar una adicción por otra. El tratamiento se basa en los tres pilares que es espiritualidad, trabajo y convivencia, la espiritualidad es todos los días vivir la palabra del Evangelio, haciendo un acto de amor cada día, tenemos el carisma de San Francisco que es obediencia, castidad y pobreza. El chico cuando ingresa acá tiene que cumplir con esto, por un año no puede tener relaciones sexuales, esto forma parte del proceso de sanación, tiene que empezar a valorar lo que tenía afuera».

«Estamos convencidos que lo que no hace la fazenda es recuperar adictos, sino cambiar una persona por otra, lo importante es que esa persona que ingresa, encuentre la causa principal de su adicción, que es lo que no acepta de sí y de la vida».En el caso de que un ingresante a la fazenda esté tomando medicamentos psiquiátricos, éstos se retiran de forma gradual, además un requisito indispensable para todos es presentar estudios médicos para ser incluídos en el lugar. «Los primeros tres meses se trata de que no salgan del lugar, no reciben visitas tampoco, para que aprendan a valorar a la familia y hagan un desapego, después sí comienzan a recibir a la familia. El tratamiento de un año es dividido en tres etapas, en principio es una adaptación, luego empieza a manejarse dentro del lugar, para en la tercera parte comenzar a ayudar a los ingresantes, a ser «puntos de luz».

«Es importante para nosotros poder poner en condiciones esas casas que están construidas aquí;  a las que hay que llevar el gas y reparar los pisos cerámicos que se levantaron. Así podremos separar los chicos dependiendo del estadío en que esté y que no perjudique a otro.  «Cuando ingresé me dijeron que el lunes venía la psicóloga, cuando llegó el día nos dijeron que nos cambiáramos y fuéramos al galpón, ahí nos dieron la asada, presentándola como la psicóloga, que con ella podíamos hablar mientras desmalezábamos. De eso se trata, de tener la cabeza ocupada con el trabajo, porque a nosotros nos dificulta la soledad, ella nos lleva a la droga».
Testimonio
Pablo Maldonado consumió drogas desde los 12 años y reconoce que eso destruyó parte de su vida. «Al entrar a la fazenda la droga quedó de la puerta para allá, la dejé, pero tenía que encontrar la causa de porque había entrado en eso. La fazenda me ayudó en eso y a través de lo espiritual, a perdonar, a perdonarme a mí mismo, a conocer a Dios, yo pensaba que un centro de rehabilitación era un reformatorio más». «Cuando llegué a la fazenda un chico agarró mis bolsos, yo pensé que me iba a robar, pero él abrió mi bolso y se puso a ordenar mi ropa en el placard, le  pregunté por qué lo hacía y me respondió que porque había que hacer actos de amor para poder curarse, me sorprendió mucho, yo no era creyente, pero la palabra, el día a día me fue cambiando»; contó Pablo.

Y sigue relatando que cierto día lo mandan a limpiar la «chanchera» de la fazenda en la Provincia de Córdoba, una tarea que nunca en su vida había realizado. «Fui a limpiar y me quería ir de la fazenda porque ese trabajo no me gustaba, me decía que no tenía yo necesidad de hacer eso si podía salir y hacer otra cosa. Cuando me tocaba hacerlo no quería ir entonces un compañero iba por mí, hasta que un día al despertar me di cuenta que no aceptaba mi realidad y fui a limpiar el lugar, y empecé a valorar a mi familia, lo que tenía afuera, y al limpiar también supe que no sólo limpiaba la miseria de un animal, sino la mía».

El coordinador explicó, con este ejemplo, que en la fazenda dejan que cada ingresante, a través de actividades y ejemplos, puedan ver su realidad y que ésta puede ser modificada, que puede ser «un hombre nuevo» y que está acompañado en ese camino.«En la fazenda se vuelve a valorar a la familia, las pequeñas cosas que, finalmente, son las grandes cosas, acá no se aceptan chicos que no vengan por voluntad propia. Se le hace una entrevista a la familia y una al chico, aparte, al venir trae una carta escrita en puño y letra por él pidiendo ayuda a la fazenda. Es que si está obligado se va a ir».

«Una característica es que pensamos que nosotros la controlamos a la droga, pero no es así y nos damos cuenta cuando tocamos fondo».«Mi caso fue así, ya no tenía un techo, mis amigos ya no estaban, y no tenía plata para seguir comprando la droga y tampoco el trabajo. Uno llevando esta vida pierde todo, me encontraba en la calle solo, así tuve que volver a mi casa y decir que necesitaba ayuda, a través de la amiga de una prima conocí la fazenda»; confesó Pablo.Y  agregó: « a mi este lugar me devolvió la vida, mi familia, una reinserción social, y quise volver después de un tiempo ya de recuperado a hacer una tarea de voluntario y poder ayudar a otros».

A su vez reconoció que muchos chicos abandonan antes del tiempo indicado para una recuperación, tienen recaídas, en principio con actitudes para luego volver a consumir y remarcó que una de las premisas cuando un chico sale recuperado después de hacer el tratamiento de un año en la fazenda, es no volver al mismo grupo de amigos que antes tenía. Informó también que puede ver que hoy si bien hay mucho acceso a la droga y son muchos los chicos que la consumen, también se dan cuenta antes del infierno en donde están  y piden ayuda más temprano: « lo importante es que quieren cambiar de vida»

.Por otro lado mencionó el consumismo de la actual sociedad como uno de las causas de la elección de las drogas, así como la pérdida de la esencia de familia.

«En la fazenda se ayuda también a la familia, que afronten que tienen un enfermo en su grupo familiar, que adictos vamos a ser toda la vida aunque dejemos la droga, tiene que haber un soporte de la familia».

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Creado por Julio Torreguitart